31 de marzo de 2022

Mi amado, el ser atemporal que siempre admiraré, busca trabajo.

Mi amado inmortal e imbatible, el ser atemporal que siempre admiraré, y que sólo conocí por su vasto legado, buscó una vez trabajo de esta manera:

Habiendo visto y estudiado a fondo los experimentos (...) me animo, sin restar mérito a nadie, a solicitar a Vuestra Excelencia que me atienda para revelarle mis secretos y, brindándoselos para que los disfrute a su debido momento, llevar a la práctica todo lo que anoto con brevedad a continuación.

-Puedo construir puentes ligerísimos, fuertes y fáciles de transportar, con los cuales perseguir al enemigo o huir de él; y otros más sólidos que resisten el fuego o la lucha, sencillos de montar y desmontar; y también puedo quemar y destruir los del enemigo.

-Puedo también construir cierto cañón que es liviano y fácil de transportar, y con el cual se pueden arrojar piedrecillas como granizo y cuyo humo causa gran terror al enemigo, por lo cual no solo sufren grandes bajas, sino que se sienten confundidos.

-Puedo excavar minas y pasos subterráneos invisibles y tortuosos, con gran sigilo, para alcanzar cualquier lugar determinado, aunque para ello sea preciso pasar bajo fosos o un río.


-Puedo construir carros acorazados, seguros e invulnerables, para penetrar entre las filas del enemigo con su artillería de modo que ningún gentío, por grande que fuera, pueda desbaratarlos, y así, tras ellos, los siga la infantería, sin daño ni impedimentos.

-Puedo construir catapultas, almajaneques y fundíbulos de admirable eficacia e insólitos. Resumiendo, en función de las necesidades puedo proveer infinidad de medios de ataque y de defensa.

-En tiempos de paz, creo poder satisfaceros tanto como cualquier otro en la arquitectura, en la construcción de edificios públicos o privados, y en la conducción del agua de un sitio a otro. También puedo esculpir en mármol, bronce y yeso, así como pintar, cualquier cosa tan bien como el mejor, sea quien sea.

(...)


Extractos de la carta enviada por Leonardo Da Vinci en 1482 al Duque de Milán. Ludovico Sforza solicitandole empleo.